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El hombre mediocre

tables la cobardia de los pueblos avenidos a la servidumbra. Y no lo van en zaga los individualistas, cuyo más alto vuelo lírioe alcanzara Nietzsche: sus más hermosas páginas son un código de moral antimediocre, una exaltación de cualidades inconcitables con la disciplina social. El espíritu gregario, por el acerbamente fustigado, tiene ya disectores elocuentísimos, que exhiben las solidarias complicaciones con que los medrosos resisten les iniciativas de los audaces, agrupándose en modos diversos según sus intereses de clase, jerarquía e funciones.

Donde hubo esclavas y sierves se plasmaron caracteres serviles. Vencido el hombre, no lo mataban: lo hacían trabajar ea provecho propio. Sujeto al yugo, tembloroso ante el látigo, el esclavo doblábase bajo coyundas que grababan en su carácter la domesticidad. Algunos dioe la historia—fueron rebeldes o alcanzaron dignidades: su rebeldía fué siempre un gesto de animal hambriento y su éxito fué el precio de complicidades en vicios de sus amos. Llegados al ejercicio de alguna autoridad tornáronse despóticos, desprovistos de ideales que los detuvieran ante la infamia, como si quisieran con sus abusos olvidar la servidumbre sufrida anteriormente. Gil Blas fué el más bajo de los favoritos.

El tiempo y el ejercicio adaptan a la vida servil. El hábito de resignarse para medrar crea resortes cada vez más sólidos, automatismos que destiñen para siempre todo rasgo individual. El quitamotas Gil Blas se mancha de estigmas que lo hacen inconfundible con el hombre digno. Aunque emancipado, sigue siendo lacayo y da rienda suelta a bajos instintos.

La costumbre de obedecer engendra una mentalidad doméstica. El que nace de siervos la trae en la sangre, según Aristóteles. Hereda hábitos serviles y no encuentra ambiente propicio para formarse un carácter. Las vidas iniciadas en la servidumbre no adquieren diguidad. Los antiguos tenían desprecio por los hijos de siervos, reputándolos moralmente peores que los adultos reducidos al yugo por deudas o en las batallas; suponían que heredaban la domestici-