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José Ingenieros

muerte. ¿Por qué extrañarnos de esa decadencia mental si estamos acostumbrados a ver desteñirse las hojas y deshojarse los árboles cuando el otoño llega perseguido por el invierno?

168 Admiremos a los viejos por las superioridades que hayan poseído en la juventud. No incurramos en la simpleza de esperar una vejez santa, heroica o genial, tras una juventud equívoca, mansa y opaca; la vejez no pone flores donde sólo hubo malezas, antes bien, siega las excelencias con su hoz niveladora. Los viejos representativos que ascienden al gobierno y a las dignidades, después de haber pasado sus mejores años en la inercia o en la orgía, en el tapete verde o entre rameras, en la expectativa apática o en la resignación humillada, sin una palabra viril y sin un gesto altivo, esquivando la lucha, temiendo a los adversarios y renunciando los peligros, no merecen la confianza de sus contemporáneo ni tienen derecho de catonizar. Sus palabras grandilocuentes parecen pronunciadas en falsete y mueven a risa.

Los hombres de carácter elevado no hacen a la vida la injuria de malgastar su juventud, ni confían a la incertidumbre de las canas la iniciación de grandes empresas que sólo pueden concebir las mentes frescas y realizar los brazos viriles.

La experiencia senil complica la tontería de los mediocres, pero no puede convertirlos en genios; la madurez ablanda al perverso, lo torna inútil para el mal. El diablo no sabe más por viejo que por diablo. Si se arrepiente no es por santidad, sino por impotencia.

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