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José Ingenieros

cresía es un simple reflejo de oblicuas mentiras que infestan la moral colectiva. Su culpa está en agitarse dentro de su basta condición, pretendiendo parodiar á los virtuosos. Chapaleando en los muladares de la intriga su honestidad se mancilla, rueda al vicio y se encanalla en pasiones innoblemente contenidas. Tórnase capaz de todos los rencores. Supone simplemente honesto, como él, á todo santo ó virtuoso; no descansa en amenguar sus méritos. Intenta igualar abajo, no pudiendo hacerlo arriba. Persigue á los caracteres superiores, pretende confundir sus excelencias con las propias mediocridades, desahoga sordamente una envidia que no confiesa, en la penumbra, ensalobrándose, babeando sin morder, mintiendo sumisión y amor á los mismos que detesta y carcome. Su mediocridad está agitada por escrúpulos que le obligan á avergonzarse en secreto; descubrirle es el más cruel de los suplicios. Es su castigo.

El odio es loable si lo comparamos con la hipocresía. En ello se distinguen la subrepticia medrosidad del mediocre y la adamantina lealtad del hombre digno. Alguna vez éste se encrespa y pronuncia palabras que son un estigma ó un epitafio; pero su rugido es la luz de un relámpago fugaz y no deja escorias en su corazón, se desahoga por un gesto violento, sin envenenarle. Las naturalezas viriles poseen un exceso de fuerza plástica cuya función regeneradora cura prontamente las más hondas heridas y trae el perdón. La juventud tiene entre sus preciosos atributos la incapacidad