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José Ingenieros

en la plenitud de nuestras funciones. Nacemos para crecer; envejecemos para morir. Todo lo que la Naturaleza nos ofrece para el crecimiento, nos lo sustrae preparando la muerte.

Sin embargo, los viejos protestan de que no se les respeta bastante, mientras los jóvenes se desesperan por lo excesivo de ese respeto. La historia es de todos los tiempos. Cicerón escribió su De Senectute con el mismo espíritu con que hoy Faguet escribe ciertas páginas de su ensayo sobre La Vieillesse. Aquél se quejaba de que los viejos fueran poco respetados en el imperio; éste se queja de que lo sean menos en la democracia. Asombran las palabras de Faguet cuando afirma que los viejos no son escuchados, pretendiendo ver en ello la negación de una competencia más. Alega que en los pueblos primitivos, como hoy entre los salvajes, son los viejos los que gobiernan: la gerontocracia se explica donde no hay más ciencia que la experiencia y los viejos lo saben todo, pues cualquier caso nuevo les resulta conocido por haber visto muchos similares. Dice Faguet que el libro, puesto en manos de los jóvenes, es el enemigo de la experiencia que monopolizan los viejos. Y se desespera porque el viejo ha caído en ridículo, aunque comete la imprudencia de juzgarle con verdad: convenons de bonne grâce qu'il prête à cela; il est entêté, il est maniaque, il est verbeux, il est conteur, il est ennuyeux, il est grondeur et son aspect est désagréable: ningún joven ha escrito una silueta más sintética que esa,