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El hombre mediocre

valencia universal; los más le son abiertamente hostiles. Otra es la posición del problema. Es sencilla.

Jamás ha existido una democracia efectiva. Los regímenes que adoptaron tal nombre fueron ficciones. Las pretendidas democracias de todos los tiempos han sido y serán confabulaciones de profesionales para oprimir á las masas inferiores y excluir á los hombres eminentes. Han sido siempre mediocracias. La premisa de su mentira es la existencia de un «pueblo» capaz de asumir la soberanía del Estado. No hay tal: las masas de pobres é ignorantes no tienen aptitud para gobernarse: cambian de pastores.

La igualdad es un equívoco ó una paradoja, según los casos. Los más grandes teóricos del ideal democrático han sido de hecho individualistas y partidarios de la selección natural: perseguían la aristocracia del mérito contra los privilegios de las castas. Aquel ingenuo trovador que cantó


«Ved en trono á la noble igualdad»,


creía hablar en nombre de una democracia y lo hacía en el de nacientes oligarquías indígenas que se aprestaban á suplantar á las castas coloniales. Lejos estuvo el poeta de sentir lo que necesitaba pregonar á los humildes, para inducirles á cambiar de amo; tan superficial era su fe democrática que sólo acertó á calificar de «noble» á la igualdad, ¡por antítesis!, y en vez de entregarla al