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José Ingenieros

dades, poniendo su firma en destinos de razas, creando armonías, forjando bellezas.

La genialidad es una coincidencia. Surge como chispa luminosa en el punto donde se encuentran las más excelentes aptitudes de un hombre y la necesidad social de aplicarlas al desempeño de una misión trascendente. El hombre extraordinario asciende á la genialidad cuando encuentra clima propicio: la semilla mejor necesita de la tierra más fecunda. La función implica el órgano: el genio hace actual lo que en su clima es potencial.

Ningún filósofo, estadista, sabio ó poeta alcanza la genialidad mientras en su medio se siente exótico ó inoportuno; necesita condiciones propicias de tiempo y de lugar para que su aptitud desempeñe una función. El ambiente constituye el «clima» del genio y la oportunidad marca su «hora». Sin ellos ningún cerebro excepcional puede elevarse á la genialidad; pero el uno y la otra no bastan para creerla en un cerebro mediocre.

Nacen muchos ingenios excelentes en cada siglo. Uno, entre cien, encuentra tal clima y tal hora que lo destina fatalmente á la culminación: es como si la buena semilla cayera en terreno fértil y en vísperas de lluvia. Ése es el secreto de su gloria: coincidir con la oportunidad que necesita de él. Se entreabre y crece, sintetizando un ideal implícito en el porvenir inminente ó remoto: presintiéndolo, instituyéndolo, enseñándolo, iluminándolo, imponiéndolo.