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José Ingenieros

vertir la huella de su paso, y quien lo olvide renunciará á conocer muchos dominios de la ciencia explorados por él.


II.—El genio pragmático: Sarmiento.

Sus pensamientos fueron tajos de luz en la penumbra de la barbarie americana, entreabriendo la visión de cosas futuras. Pensaba en tan alto estilo que parecía tener, como Sócrates, algún demonio familiar que alucinara su inspiración. Cíclope en su faena, vivía obsesionado por el afán de educar; esa idea gravitaba en su espíritu como las grandes moles incandescentes en el equilibrio celeste, subordinando á su influencia todas las masas menores de su sistema cósmico.

Tenía la clarividencia del ideal y había elegido sus medios: organizar civilizando, elevar educando. Todas las fuentes fueron escasas para saciar su sed de aprender; todas las inquinas fueron exiguas para cohibir su inquietud de enseñar. Erguido y viril siempre, asta bandera de sus propios ideales, siguió las rutas por do le guiara el destino, previendo que la gloria se incuba en regazos de auroras fecundadas por los sueños de los que miran más lejos. América le esperaba. Cuando urge construir ó transmutar, fórmase el clima del genio: su hora suena como fatídica invitación á llenar una página de luz. El hombre extraordinario se revela