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El hombre mediocre

hay que realizarlo: en la raza, en la ley, en el mármol, en la palabra. Tan magno esfuerzo explica el escaso número de obras maestras. Si la imaginación creadora es necesaria para concebirlas, requiérese para ejecutarlas otra rara virtud: la voluntad tenaz, que Newton bautizó como simple paciencia, sin medir los falsos corolarios de su apotegma.

Falsas doctrinas, acariciadas por mediocres, enseñan que la imaginación es superflua y secundaria, atribuyendo el genio á lo que fué virtud de bueyes en el simbolismo mitológico. No. Sin aptitudes extraordinarias, la paciencia no produce un Ameghino. Un imbécil, en cincuenta años de constancia, sólo conseguirá fosilizar su imbecilidad. El hombre de genio, en el tiempo que dura un relámpago, intuye su Ideal: toda su vida marcha tras él, persiguiendo la quimera entrevista.

Las aptitudes esenciales son nativas y espontáneas; en Ameghino se revelaron por una precocidad de «ingenio» anterior á toda experiencia. Eso no significa que todos los precoces puedan llegar á la genialidad, ni siquiera al talento. Muchos son desequilibrados y suelen agostarse en plena primavera; pocos perfeccionan sus aptitudes hasta convertirlas en talento; rara vez coinciden con la hora propicia y ascienden á la genialidad. Sólo es genio quien las convierte en obra luminosa, con esa fecundidad superior que implica alguna madurez; los más bellos dones requieren ser cultivados, como las tierras más fértiles necesitan ararse. Es