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José Ingenieros

Si pudiera medirse la mentalidad humana, los valores individuales graduaríanse en escala continua, de lo bajo á lo alto. Entre los tipos extremos existe una masa compacta de sujetos, más ó menos similares, coincidentes en los términos centrales de la serie; en vano buscaríamos allí al representante del llamado «Hombre normal». Aristóteles intentó dar con él; siglos más tarde la peregrina ocurrencia reapareció en el torbellinesco espíritu de Pascal.

Quételet pretendió formular una doctrina científica acerca del «Hombre medio»: su ensayo es una burda exageración del abusado in medio stat virtus. No incurriremos, pues, en el yerro de creer que los hombres mediocres pueden reconocerse por atributos que serían un término medio de los observados en la especie humana. En ese sentido es un producto de estadística, sin corresponder á ningún individuo de existencia real.

Si para Quételet el «Hombre medio» correspondía á una síntesis estadística de la especie, Morel lo consideró un ejemplar de la «edición princeps» de la Humanidad, lanzada á la circulación por el Supremo Hacedor. «La existencia de un tipo primitivo, que el espíritu humano se complace en forjar como la obra maestra de la creación, es un hecho conforme con nuestras creencias; la degeneración humana sólo es concebible como desvío de un tipo primitivo, que contenía en sí los elementos de la continuidad de la especie.» Partiendo de tal concepto, Morel definía la degeneración,