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José Ingenieros

cae? Ese hombre que osa desconfiar de la rutina es Newton, un audaz á quien incumbe adivinar algún parecido entre la pálida lámpara suspendida en el cielo y la manzana que cae del árbol mecido por la brisa. Ningún rutinario habría descubierto que una misma fuerza hace girar la luna hacia arriba y caer la manzana hacia abajo.

En esos hombres, inmunes á la pasión de la verdad, supremo ideal á que sacrificaron su vida pensadores y filósofos, no caben impulsos de perfección. Son como las aguas muertas; se pueblan de gérmenes nocivos y acaban por descomponerse. El que no cultiva su mente, va derecho á la disgregación del carácter. No desbastar la propia ignorancia es perecer en vida; los caracteres mediocres están muertos antes de morir. Las tierras fértiles se enmalezan cuando no son cultivadas; los espíritus rutinarios se pueblan de prejuicios, que los esclavizan.


II.—Los estigmas mentales de la mediocridad.

En el verdadero hombre mediocre, la cabeza es un simple adorno del cuerpo. Si nos oye decir que sirve para pensar, cree que estamos locos. Diría que lo estuvo Pascal si leyera sus palabras decisivas: «Puedo concebir un hombre sin manos, sin pies; llegaría hasta concebirlo sin cabeza, si la experiencia no me enseñara que por ella se piensa. Es