ſupieron, ni pudieron deſencaxarle la gola, ni quitarle la contrahecha zelada, que traîa atada cõ vnas cintas verdes, y era meneſter cortarlas por no poderſe quitar los ñudos, mas el no lo quiſo conſentir en ninguna manera: y aſsi ſe quedò toda aquella noche con la zelada pueſta, que era la mas gracioſa, y eſtraña figura que ſe pudiera penſar: y al deſarmarle (como el ſe imaginaua que aquellas traydas, y lleuadas que le deſarmauan, eran algunas principales ſeñoras, y damas de aquel caſtillo) les dixo cõ mucho donayre: Nunca fuera cauallero de damas tan biẽ ſeruido, como fuera don Quixote quando de ſu aldea vino, donzellas curauan del, Princeſas de ſu rozino. O Rozinante, que eſte es el nombre, ſeñoras mias, de mi cauallo, y don Quixote de la mancha el mio: que pueſto que no quiſiera deſcubrirme, faſta que las fazañas fechas en vueſtro ſeruicio, y pro, me deſcubrieran, la fuerça de acomodar al propoſito preſente eſte romance viejo de Lançarote, ha ſido cauſa que ſepays mi nombre antes de toda ſazon: pero tiempo vendrà en que las vueſtras ſeñorias me manden, y yo obedezca, y el valor de mi braço deſcubra el deſſeo que tengo de ſeruiros. Las moças que no eſtauan hechas à oyr ſemejantes retoricas, no reſpondiã palabra, ſolo le preguntaron, ſi queria comer alguna coſa. Qualquiera yantaria yo, reſpondio don Quixote, porque a lo q̃ entiendo, me haria mucho al caſo. A dicha acertò a ſer Viernes aquel dia: y no auia en toda la venta ſino vnas raciones de vn peſcado, que en Caſtilla llaman abadexo, y en Andaluzia bacallao: y en otras partes curadillo, y en otras truchuela. Preguntaronle, ſi por ventura comeria ſu merced truchuela, que no auia otro peſcado que darle a comer. Como aya muchas truchuelas, reſpondio don Quixote, podràn ſeruir de vna trucha, porque eſſo me da que me den ocho reales en ſenzillos, que en vna pieça de a ocho. Quanto mas que podria
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