carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza, Quieren decir, que tenia el sobrenombre de Quijada ó Quesada (que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben) aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba Quijana. Pero esto importa poco á nuestro cuento, basta que en la narración del, no se salga un punto de la verdad. Es pues de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso (que eran los mas del año) se daba á leer libros de caballerías, con tanta aficion y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda: y llegó á tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en qué leer, y assí llevó á su casa todos cuantos pudo haber dellos: y de todos, ningunos le parecian tan bien, como los que compuso el famoso Feliciano de Silva. Porque la claridad de su prosa, y aquellas entricadas razones suyas, le parecian de perlas: y mas cuando llegaba á leer aquellos requiebros y cartas de desafios, donde en muchas partes hallaba escrito. La razon de la sin razon que á mi razon se hace, de tal manera mi razon enflaquece, que con razon me quejo de la vuestra fermosura. Y también cuando leia: Los altos cielos que de vuestra divinidad, divinamente con las estrellas os fortifican y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza. Con estas razones perdia el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara, ni las entendiera el mismo Aristóteles, si resucitara para solo ello. No estaba muy bien con las heridas que don Belianis daba y recibia, porque se imaginaba que por grandes maestros que le hubiessen curado, no dejaría de tener el rostro .y todo el cuerpo lleno de cicatrices y señales. Pero con todo, alababa en su autor
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