ser de aquella generación Gigantea, que todos son soberbios y descomedidos, él solo era afable y bien criado. Pero sobre todos estaba bien con Reinaldos de Montalban, y mas cuando le veia salir de su castillo, y robar cuantos topaba: y cuando en Allende robó aquel ídolo de Mahoma, que era todo de oro, según dice su historia. Diera él por dar una mano de coces al traidor de Galalon, al ama que tenia, y aun á su sobrina de añadidura. En efecto, rematado ya su juicio, vino á dar en el mas extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fué, que le pareció convenible y necessario, assí para el aumento de su honra, como para el servicio de su república, hacerse caballero andante, é irse por todo el mundo con sus armas y caballo á buscar las aventuras, y á ejercitarse en todo aquello que él habia leido que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros, donde acabándolos, cobrase eterno nombre y fama. Imaginábase el pobre ya coronado por el valor ele su brazo, por lo menos del Imperio de Trapisonda; y assí con estos tan agradables pensamientos, llevado del extraño gusto que en ellos sentia, se dio pri^ssa á poner en efecto lo que clesseaba. Y lo primero que hizo fué limpiar unas armas que habian sido de sus bisagüelos, que tomadas de orin y llenas de moho, luengos siglos habia que estaban puestas y olvidadas en un rincón. Limpiólas, y aderezólas lo mejor que pudo, pero vio que tenian una gran falta, y era que no tenian celada de encaje, sino morrión simple: mas á esto suplió su industria, porque de cartones hizo un modo de media celada, que en cajada con el morrión, hacían una apariencia de celada entera. Es verdad que para prol^ar si era fuerte, y podía estar al riesgo de una cuchillada, sacó su espada y le dio dos golpes, y con el primero, y en un punto,
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