T 102 — que estaban puestas, donde hallaron las mesas en orden, y la comida aderezada, tan sumptuosa y grande, que se echaba bien de ver en ella la grandeza y magnificencia de quien la daba. Sancho, mostrando las llagas á la duquesa de su roto vestido, dijo:
—Si esta caza fuera de liebres ó de pajarillos, seguro estuviera mi sayo de verse en ese estremo:
yo no sé qué gusto se recibe de esperar á un animal, que si os alcanza con un colmillo os puede quitar la vida: yo me acuerdo haber oído cantar un romance antiguo, que dice:
De los osos seas comido, como Favila el nombrado.
—Ese fué un rey godo, dijo Don Quijote, que yendo á caza de montería le comió un oso.
—Eso es lo que yo digo, respondió Sancho, que no querría yo que los príncipes y los reyes se pusiesen en semejantes peligros á trueco de un gusto, que parece que no le había de ser, pues consiste en matar á un animal que no ha cometido delito alguno.
—Antes os engañáis, Sancho, respondió el duque, porque el ejercicio de la caza de monte es el más conveniente y necesario para los reyes y príncipes, que otro alguno. La caza es una imagen de la guerra; hay en ella estratagemas, astucias, insidias para vencer á su salvo al enemigo: padécense en ella fríos grandísimos y calores intolerables: menoscábase el ocio y el sueño, corrobóranse las fuerzas, agilítanse los miembros del que la usa, y en resolución es ejercicio que se puede hacer sin perjuicio de nadie y con gusto de muchos ; y lo mejor que él tiene es, que no es para todos,