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el olor tu villanería: anda despacio, habla con reposo; pero no de manera que parezca que te escuchas á tí mismo, que toda afectación es mala.

Come poco, y cena más poco, que la salud de todo cuerpo se fragua en la oficina del estómago.

Sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra.

— Ten cuenta, Sancho, de no mascar á dos carrillos, ni de erutar delante de nadie.

—Eso de erutar no entiendo, dijo Sancho, y don Quijote le dijo:

—Erutar, Sancho, quiere decir regoldar, y este es uno de los más torpes vocablos que tiene la lengua castellana, aunque es muy sinificativo, y así la gente curiosa se ha acogido al latín, y al regoldar dicen erutar, y á los regüeldos erutaciones: y cuando algunos no entienden estos términos, importa poco, que el uso los irá introduciendo con el tiempo, que con facilidad se entiendan; y esto es enriquecer la lengua, sobre quien tiene poder el vulgo y el uso.

—En verdad, señor, dijo Sancho, que uno de los consejos y avisos que pienso llevar en la memoria ha de ser el de no regoldar, porque lo suelo hacer muy á menudo.

—Erutar, Sancho, que no regoldar, dijo don Quijote.

—Erutar, diré de aquí en adelante, respondió Sancho, y á fe que no se me olvide.

—También, Sancho, no has de mezclar en tus pláticas la muchedumbre de refranes que sueles, que puesto que los refranes son sentencias breves, muchas veces los traes tan por los cabellos, que más parecen disparates que sentencias.