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que cuando fuí prioste en mi lugar aprendí á hacer unas letras como de marca de fardo, que decían que decía mi nombre, cuanto más que fingiré que tengo tullida la mano derecha, y haré que firme otro por mí, que para todo hay remedio, si no es para la muerte; y teniendo yo el mando y el palo haré lo que quisiere: cuanto más que el que tiene el padre alcalde... y siendo yo gobernador, que es más que ser alcalde, llegaos, que la dejan ver, no sino popen y calóñenme, que vendrán por lana y volverán trasquilados, y á quien Dios quiere bien, la casa le sabe, y las necedades del rico por sentencias pasan en el mundo, y siéndolo yo, siendo gobernador y untamente liberal como lo pienso ser, no habrá falta que se me parezca: no sino haceos miel y paparos han moscas; tanto vales cuanto tienes, decía una mi agüela, y del hombre arraigado no te verás vengado.

— —¡Oh maldito seas de Dios, Sancho! dijo á esta sazón don Quijote: sesenta mil Satanases te lleven á tí y á tus refranes: una hora ha que los estás ensartando, y dándome con cada uno tragos de tormento. Yo te aseguro que estos refranes te han de llevar un día á la horca; por ellos te han de quitar el gobierno tus vasallos, ó ha de haber entre ellos comunidades. Dime, ¿dónde los hallas, ignorante? ¿ó cómo los aplicas, mentecato? que para decir yo uno, y aplicarle bien, sudo y trabajo como si cavase.

—Por Dios, señor nuestro amo, replicó Sancho, que vuesa merced se queja de bien pocas cosas. A qué diablos se pudre de que yo me sirva de mi hacienda, que ninguna otra tengo, ni otro caudal alguno, sino refranes y más refranes, y ahora se me ofrecen cuatro que venían aquí pintiparados ó co-