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merecerla, déjeme que yo me las haya conmigo, y que yo me sirva de mis puertas adentro, que yo ponga una muralla en medio de mis deseos, y de mi honestidad; y no quiero perder esta costumbre, por la liberalidad que vuestra alteza quiere mostrar conmigo; y en resolución, antes dormiré vestido que consentir que nadie me desnude.

— —No más, no más, señor don Quijote, replicó la duquesa: por mí digo que daré orden que ni aun una mosca entre en su estancia, no que una doncella; no soy yo persona que por mí no se ha de descabalar la decencia del señor don Quijote, que según se me ha traslucido, la que más campea entre sus muchas virtudes es la de la honestidad.

Desnúdese vuesa merced, y vístase á sus solas y á su modo, cómo y cuando quisiere, que no habrá quien lo impida, pues dentro de su aposento hallará los vasos necesarios al menester del que duerme á puerta cerrada, porque ninguna natural necesidad le obligue á que la abra. Viva mil siglos la gran Dulcinea del Toboso, y sea su nombre extendido por toda la redondez de la tierra, pues mereció ser amada de tan valiente y tan honesto caballero, y los benignos cielos infundan en el corazón de Sancho Panza nuestro gobernador un deseo de acabar presto sus disciplinas, para que vuelva á gozar el mundo de la belleza de tan gran señora.

A lo cual dijo don Quijote:

—Vuestra altitud ha hablado como quien es, que en la boca de las buenas señoras no ha de haber ninguna que sea mala: y más venturosa y más conocida será en el mundo Dulcinea por haberla alabado vuestra grandeza, que por todas las alabanzas que puedan darle los más elocuentes de la tierra.