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1 admirada á toda la gente que el busilis del cuenta no sabía, y aun á todos los que lo sabían, que eran muchos. Finalmente, en sacándole de la iglesia le llevaron á la silla del juzgado, y le sentaron en ella, y el mayordomo del duque le dijo:

—Es costumbre antigua en esta ínsula, señor gobernador, que el que viene á tomar posesión desta famosa ínsula está obligado á responder á una pregunta que se le hiciere, que sea algo intri—cada y dificultosa, de cuya respuesta el pueblo toma y toca el pulso del ingenio de su nuevo gobernador; y así ó se alegra ó se entristece con su venida.

En tanto que el mayordomo decía esto á Sancho, estaba él mirando unas grandes y muchas letras que en la pared frontera de su silla estaban escritas, y como él no sabía leer preguntó, que qué eran aquellas pinturas que en aquella pared estaban. Fuéle respondido:

—Señor, allí está escrito y notado el día en que V. S. tomó posesión de esta ínsula, y dice el epitafio: Hoy á día tantos de tal mes y de tal año tomó la posesión desta ínsula el señor don Sancho Panza, que muchos años la goce.

—¿Y á quien llaman don Sancho Panza? preguntó Sancho.

—A V. S., respondió el mayordomo, que en esta ínsula no ha entrado otro Panza que el que está sentado en esa silla.

—Pues advertid, hermano, dijo Sancho, que yo no tengo don, ni en todo mi linaje le ha habido :

Sancho Panza me llaman á secas, y Sancho se llamó mi padre, y Sancho mi agüelo, y todos fueron Panzas sin añadiduras de dones ni donas, y yo imagino que en esta ínsula debe de haber más do-