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je, sino que soy embajador verdadero, y que el señor Sancho Panza es gobernador efectivo, y que mis señores duque y duquesa puedan dar y han dado el tal gobierno, y que he oído decir que en él se porta valentísimamente el tal Sancho Panza; si en esto hay encantamento ó no, vuesas mercedes lo disputen allá entre ellos, que yo no sé otra cosa para el juramento que hago, que es por vida de mis padres, que los tengo vivos, y los amo y los quiero mucho.

—Bien podrá ello ser así, respondió el bachiller, pero «dubitad Augustinus»>.

—Dude quien dudare, respondió el paje, la verdad es la que he dicho, y es la que ha de andar siempre sobre la mentira, como el aceite sobre el agua; y si no «operibus credite, et non verbis ;» véngase alguno de vuesas mercedes conmigo, y verán con los ojos lo que no creen con los oídos.

—Esa ida á mí me toca, dijo Sanchica: lléveme vuesa merced, señor, á las ancas de su rocín, que yo iré de muy buena gana á ver á mi señor padre.

—Las hijas de los gobernadores no han de ir solas por los caminos, sino acompañadas de carrozas y literas y de gran número de sirvientes.

—Par Dios, respondió Sancha, tan bien me vaya yo sobre una pollina como sobre un coche: hallado lo habéis la melindrosa.

—Calla mochacha, dijo Teresa, que no sabes lo que te dices, y este señor está en lo cierto, que tal el tiempo, tal el tiento: cuando Sancho, Sancha, y cuando gobernador, señora, y no sé si diga algo.

—Más dice la señora Teresa de lo que piensa, dijo el paje, y denme de comer y despáchenme lue-