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len salir los gobernadores de otras insulas; y apártense, déjenme ir, que me voy á bizmar, que creo que tengo brumadas todas las costillas, merced á los enemigos que esta noche se han paseado sobre mí.

—No ha de ser así, señor gobernador, dijo el doctor Recio, que yo le daré á vuesa merced una bebida contra caídas y molimientos, que luego le vuelva en su pristina entereza y vigor, y en lo de la comida yo prometo á vuesa merced de enmendarme, dejándole comer abundantemente de todo aquello que quisiere.

—Tarde piache, respondió Sancho: así dejaré de irme como volverme turco. No son estas burlas para dos veces. Por Dios, que así me quede en este, ni admita otro gobierno, aunque me le diesen entre dos platos, como volar al cielo sin alas. Yo soy del linaje de los Panzas, que todos son testarudos, y si una vez dicen nones, nones han de ser, aunque sean pares, á pesar de todo el mundo. Quédense en esta caballeriza las alas de la hormiga, que me levantaron en el aire, para que me comiesen vencejos y otros pájaros, y volvámonos á andar por el suelo con pie llano, que si no le adornaren zapatos picados de cordobán, no le faltarán alpargatas toscas de cuerda: cada oveja con su pareja, y nadie tienda más la pierna de cuanto fuere larga la sábana: y déjenme pasar, que se me hace tarde. A lo que el mayordomo dijo:

—Señor gobernador, de muy buena gana dejáramos ir á vuesa merced, puesto que nos pesará mucho de perderle, que su ingenio y su cristiano proceder obligan á desearle: pero ya se sabe que todo gobernador está obligado, antes