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don Antonio, y fuéle respondido por propio tenor, paso:

—Estáis tú y tu mujer, con dos amigos tuyos, y dos amigas della, y un caballero famoso llamado don Quijote de la Mancha, y un su escudero que Sancho Panza tiene por nombre.

Aquí sí que fué el admirarse de nuevo: aquí sí que fué el erizarse los cabellos á todos de puro espanto. Y apartándose don Antonio de la cabeza, dijo:

—Esto me basta para darme á entender que no fuí engañado del que te me vendió, cabeza sabia, cabeza habladora, cabeza respondona, y admirable cabeza. Llegue otro, y pregúntele lo que quisiere, y como las mujeres de ordinario son presurosas y amigas de saber, la primera que se llegó fué una de los dos amigas de la mujer de don Antonio, y lo que le preguntó fué:

—Dime, cabeza, ¿qué haré yo para ser muy hermosa? y fuéle respondido:

—Sé muy honesta.

—No te pregunto más, dijo la preguntanta.

Llegó luego la compañera, y dijo:

—Querría saber, cabeza, si mi marido me quiere bien ó no. Y respondiéronle :

—Mira las obras que te hace, y echarlo has de ver.

Apartóse la casada, diciendo:

—Esta respuesta no tenía necesidad de pregunta, porque en efecto las obras que se hacen declaran la voluntad que tiene el que las hace.

Luego llegó uno de los dos amigos de don Antonio y preguntóle:

—¿Quién soy yo? Y fuéle respondido:

—Tú lo sabes.