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a obra de dos millas descubrieron un bajel, que con la vista le marcaron por de hasta catorce ó quince bancos, y así era la verdad, el cual bajel cuando descubrió las galeras se puso en caza con intención y esperanza de escaparse por su ligereza; pero avínole mal, porque la galera capitana era de los más ligeros bajeles que en la mar navegaban, y así le fué entrando, que claramente los del bergantín conocieron que no podían escaparse, y así el arraez quisiera que dejara los remos y se entregaran, por no irritar á enojo al capitán que nuestras galeras regía; pero la suerte, que de otra manera lo guiaba, ordenó que ya que la capitana llegaba tan cerca que podían los del bajel oir las voces que desde ella les decían que se rindiesen, dos toraquis, que es decir como dos turcos borrachos, que en el bergantín venían con otros doce, dispararon dos escopetas, con que dieron muerte á dos soldados que sobre nuestras arrumbadas venían.

Viendo lo cual, juró el general no dejar con vida á todos cuantos en el bajel tomase, y llegando á embestir con toda furia, se le escapó por debajo de la palamenta. Pasó la galera adelante un buen trecho: los del bajel se vieron perdidos; hicieron vela en tanto que la galera volvía, y de nuevo á vela y á remo se pusieron en caza; pero no les aprovechó su diligencia tanto como les dañó su atrevimiento; porque alcanzándoles la capitana á poco más de media milla, les echó la palamenta encima, y los cogió vivos á todos. Llegaron en esto las otras dos galeras, y todas cuatro con la presa volvieron á la playa, donde infinita gente los estaba esperando, deseosos de ver lo que traían. Dió fondo el general