Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo III (1908).pdf/387

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boso; la cual verdad, si tú la confiesas de llano en llano, escusarás tu muerte y el trabajo que yo he de tomar en dártela; y si tú peleares, y yo te venciere, no quiero otra satisfacción, sino que dejando las armas, y absteniéndote de buscar aventuras, te recojas y te retires á tu lugar por tiempo de un año, donde has de vivir sin echar mano á la espada, en paz tranquila y provechoso sosiego, porque así conviene al aumento de tu hacienda y á la salvación de tu alma: y si tú me vencieres quedará á tu discreción mi cabeza, y serán tuyos los despojos de mis armas y caballo, y pasará á la tuya la fama de mis hazañas. Mira lo que te está mejor, y respóndeme luego, porque hoy todo el día traigo de término para des pachar este negocio.

Don Quijote quedó suspenso y atónito, así de la arrogancia del caballero de la Blanca Luna, como de la causa por qué le desafiaba, y con reposo y ademán severo le respondió:

—Caballero de la Blanca Luna, cuyas hazañas hasta agora no han llegado á mi noticia, yo os haré jurar que jamás habéis visto á la ilustre Dulcinea, que si visto la hubiérades, yo sé que procurárades no poneros en esta demanda, porque su vista os desengañara de que no ha habido ni puede haber belleza que con la suya compararse pueda: y así no diciéndoos que mentís, sino que no acertáis en lo propuesto, con las condiciones que habéis referido aceto vuestro desafío, y luego, porque no se pase el día que traéis determinado; y sólo exceto de las condiciones la de que se pase á mí la fama de vuestras hazañas, porque no sé cuáles ni qué tales sean con las mías me contento, tales cuales ellas son. Tomad pues las partes del campo que quisié-