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veíase ardiendo en llamas; pero como no le quemaban no las estimaba en dos ardites. Quitóse la coroza, vióla pintada de diablos, volviósela á poner diciendo entre sí: Aún bien que ni ellas me abrasan, ni ellos me llevan. Mirábale también don Quijote, y aunque el temor le tenía suspensos los sentidos, no dejó de reirse de ver la figura de Sancho. Comenzó en esto á salir, al parecer, debajo del túmulo un són sumiso y agradable de flautas, que por no ser impedido de alguna humana voz, porque en aquel sitio el mesmo silencio guardaba silencio, asimismo se mostraba blando yamoroso. Luego hizo de sí improvisa muestra, junto á la almohada del al parecer cadáver, un hermoso mancebo vestido á lo romano, que al són de una arpa, que él mismo tocaba, cantó con suavísima y clara voz estas dos estancias:

En tanto que en sí vuelve Altisidora, muerta por la crueldad de don Quijote; y en tanto que en la corte encantadora se vistieren las damas de picote; y en tanto que á sus dueñas mi señora vistiere de bayeta y de anascote, cantaré su belleza y su desgracia con mejor plectro que el cantor de Tracia.

Y aún no se me figura que me toca aqueste oficio solamente en vida, mas con la lengua muerta y fría en la boca pienso mover la voz á tí debida:

libre mi alma de su estrecha roca, por el Estigio lago conducida, celebrándote irá, y aquel sonido hará parar las aguas del Olvido.