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— 50— á pie y descalzo por las montañas Rifeas, sino sentado en una tabla como un archiduque por el sesgo curso deste agradable río, de donde en breve espacio saldremos al mar dilatado? Pero ya habemosde haber salido y caminado por lo menos setecientas ó ochocientas leguas; y si yo tuviera aquí un astrolabio con que tomar la altura del polo, yo te dijera las que hemos caminado, aunque, ó yo sé poco, ó ya hemos pasado, ó pasaremos presto por la línea equinocial que divide y corta los dos contrapuestos polos en igual distancia.

—Y cuando lleguemos á esa leña que vuesa merced dice, preguntó Sancho, ¿cuánto habremos caminado?

—Mucho, replicó don Quijote, porque de trecientos y sesenta grados que contiene el globo del agua y de la tierra, según el cómputo de Ptolomeo, que fué el mayor cosmógrafo que se sabe, la mitad habremos caminado llegando á la línea que he dicho.

—Por Dios, dijo Sancho, que vuesa merced me trae por testigo de lo que dice á una gentil persona, puto y gafo, con la añadidura de meón, ó meo, ó no sé cómo.

Rióse don Quijote de la interpretación que Sancho había dado al nombre y al cómputo y cuenta del cosmógrafo Ptolomeo, y díjole:

—Sabrás, Sancho, que los españoles y los que se embarcan en Cádiz para ir á las Indias orientales, una de las señales que tienen para entender que han pasado la línea equinocial que te he dicho, es que á todos los que van en el navío, se les mueren los piojos sin que les quede ninguno, ni en todo el bajel le hallarán si le pesan á oro; y así puedes, Sancho, pasear una mano por un muslo, y si to-