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volviendo á la plática que poco ha tratábamos del encanto de la señora Dulcinea, tengo por cosa cierta y más que averiguada, que aquella imaginación que Sancho tuvo de buscar á su señor, y darle á entender que la labradora era Dulcinea, y que su señor no la conocía debía de ser por estar encantada, toda fué invención de alguno de los encantadores que al señor don Quijote persiguen; porque real y verdaderamente yo sé de buena parte que la villana que dió el brinco sobre la pollina era y es Dulcinea del Toboso; y que el buen Sancho, pensando ser el engañador, es el engañado; y no hay poner más duda en esta verdad que en las cosas que nunca vimos: y sepa el señor Sancho Panza que también tenemos acá encantadores que nos quieren bien, y nos dicen lo que pasa por el mundo pura y sencillamente sin enredos ni máquinas; y créame, Sancho, que la villana brincadora era y es Duleinea del Toboso, que está encantada como la madre que la parió, y cuando menos nos pensemos la habremos de ver en su propia figura, y entonces saldrá Sancho del engaño en que vive.

—Bien puede ser todo eso, dijo Sancho Panza, y agora quiero creer lo que mi amo cuenta de lo que vió en la cueva de Montesinos, donde dice que vió á la señora Dulcinea del Toboso en el mismo traje y hábito que yo dije que la había visto cuando la encanté por solo mi gusto; y todo debió de ser al revés, como vuesa merced, señora mía, dice; porque de mi ruín ingenio no se puede ni debe presumir que fabricase en un instante tan agudo embuste, ni creo yo que mi amo es tan loco que con tan flaca y magra persuasión como la mía creyese una cosa tan fuera de todo término :