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sí, porque de allí á un año vi yo' al griego en Constantinopla, y no le pude preguntar el suceso de aquel viaje.

—Pues así fué, respondió el caballero, porque ese don Pedro es mi hermano, y está ahora en nuestro lugar bueno y rico, casado y con tres hijos.

—Gracias sean dadas á Dios, dijo el cautivo, por tantas mercedes como le hizo, porque no hay en la tierra, conforme mi parecer, contento que se iguale á alcanzar la libertad perdida.

—Y más replicó el caballero, que yo sé los sonetos que mi hermano hizo.

—Dígalos pues vuestra merced, dijo el cautivo, que los sabrá decir mejor que yo.

—Que me place, respondió el caballero, y el de la Goleta decía así:

1 CAPITULO XL

Donde se prosigue la historia del cautivo.

SONETO

Almas dichosas, que del mortal velo libres y esentas por el bien que obrastes, desde la baja tierra os levantastes á lo más alto y lo mejor del cielo, y ardiendo en ira y en honroso celo, de los cuerpos la fuerza ejercitastes, que en propia sangre ajena colorastes el mar vecino y arenoso suelo :.