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ver este famoso entierro, que no podrá dejar de ser famoso, según estos pastores nos han contado estrañezas, así del muerto pastor como de la pastora homicida.

—Así me lo parece á mí, respondió Vivaldo; y no digo yo hacer tardanza de un día, pero de cuatro la hiciera á trueco de verle.

Preguntóles don Quijote qué era lo que habían oído de Marcela y de Grisóstomo. El caminante dijo que aquella madrugada habían encontrado con aquellos pastores, y que por haberles visto en aquel tan triste traje, les habían preguntado la ocasión por qué iban de aquella manera que uno dellos se la contó, contando la estrañeza y hermosura de una pastora llamada Marcela, y los amores de muchos que la recuestaban, con la muerte de aquel Grisóstomo, á cuyo entierro iban. Finalmente él contó todo lo que Pedro á don Quijote había contado. Cesó esta plática y comenzóse otra, preguntando el que se llamaba Vivaldo á don Quijote qué era la ocasión que le movía á andar armado de aquella manera por tierra tan pacífica. A lo cual respondió don Quijote:

—La profesión de mi ejercicio no consiente ni permite que yo ande de otra manera: el buen paso, el regalo y el reposo, allá se inventó para los blandos cortesanos; mas el trabajo, la inquietud y las armas, sólo se inventaron é hicieron para aquellos que el mundo llama caballeros andantes, de los cuales yo, aunque indigno, soy el menor de todos.

Apenas le oyeron esto, cuando todos le tuvieron por loco; y por averiguarlo más y ver qué género de locura era el suyo, le tornó á preguntar Vivaldo qué quería decir caballeros andantes.

—¿No han vuestras mercedes leído, respondió