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y oímos al invencible y valeroso caballero don Belianis de Grecia. Esto, pues, señores, es ser caballero andante, y la que he dicho es la orden de su caballería, en la cual, como otra vez he dicho, aunque pecador, he hecho profesión, y lo mismo que profesaron los caballeros referidos, profeso yo, y así me voy por estas soledades y despoblados buscando las aventuras con ánimo deliberado de ofrecer mi brazo y mi persona á la más peligrosa que la suerte me depare en ayuda de los flacos y menesterosos.

Por estas razones que dijo acabaron de enterarse los caminantes que era don Quijote falto de juicio, y del género de locura que lo señoreaba, del lo cual recibieron la misma admiración que recebían todos aquellos que de nuevo venían en conocimiento della. Y Vivaldo, que era persona muy discreta y de alegre condición, por pasar sin pesadumbre el poco camino que decían que les faltaba al llegar á la sierra del entierro, quiso darle ocasión á que pasase más adelante con sus disparates.

Y así le dijo:

—Paréceme, señor caballero andante, que vuestra merced ha profesado una de las más estrechas profesiones que hay en la tierra, y tengo para mí que aun la de los frailes cartujos no es tan estrecha.

—Tan estrecha bien podía ser, respondió nuestro don Quijote; pero tan necesaria en el mundo, no estoy en dos dedos de ponello en duda. Porque si va á decir verdad, no hace menos el soldado que pone en ejecución lo que su capitán le manda, que el mismo capitán que se lo ordena. Quiero decir que los religiosos con toda paz y sosiego piden DON QUIJOTE .—9 TOMO I VOL . 315