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de las ovejas, y comenzó de alanceallas con tanto coraje y denuedo, como si de veras alanceara á sus mortales enemigos. Los pastores y ganaderos que con la manada venían, dábanle voces que no hiciese aquello; pero viendo que no aprovechaban, desciñéronse las hondas y comenzaron á saludalle los oídos con piedras como el puño. Don Quijote no se curaba de las piedras, antes discurriendo á todas partes, decía: ¿Adónde estás, soberbio Alifanfarón? Vente á mí, que un caballero solo soy, que desea de solo á solo probar tus fuerzas, y quitarte la vida en pena de la que das al valeroso Pentapolín Garamanta. Llegó en esto una peladilla de arroyo, y dándole en un lado, le sepultó dos costillas en el cuerpo. Viéndose tan mal trecho, creyó sin duda que estaba muerto ó mal ferido, y acordándose de su licor sacó su alcuza, y púsosela á la boca, y comenzó á echar licor en el estómago; mas antes que acabase de envasar lo que á el le parecía que era bastante, llegó otra almendra, y dióle en la mano y en el alcuza tan de lleno, que se la hizo pedazos, llevándole de camino tres ó cuatro dientes y muelas de la boca, y machacándole malamente dos dedos de la mano.

Tal fué el golpe primero y tal el segundo, que le fué forzoso al pobre caballero dar consigo del caballo abajo. Llegáronse á él los pastores y creyeron que le habían muerto. Y así con mucha priesa recogieron su ganado, y cargaron las reses muertas, que pasaban de siete, y sin averiguar otra cosa se fueron. Estábase todo este tiempo Sancho sobre la cuesta mirando las locuras que su amo hacía, y arrancábase las barbas, maldiciendo la hora y el punto en que la fortuna se le había dado á conocer. Viéndole, pues, caído en el suelo,