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principalidad; y ni la llega Elena, ni la alcanza Lucrecia, ni otra alguna de las famosas mujeres de las edades pretéritas griega, bárbara ó latina; y diga cada uno lo que quisiere, que si por esto fuese reprehendido de los ignorantes, no seré castigado de los rigurosos.

—Digo que en todo, tiene vuestra merced razón, respondió Sancho, y que soy un asno. Mas no sé yo para qué nombro asno en mi boca, pues no se ha de mentar la soga en casa del ahorcado; pero venga la carta, y adiós, que me mudo.

Sacó el libro de memoria don Quijote, y apartándose á una parte, con mucho sosiego comenzó á escribir la carta, y en acabándola llamó á Sancho, y le dijo que se la quería leer porque la tomase de memoria, si acaso se le perdiese por el camino, porque de su desdicha todo se podía temer. A lo cual respondió Sancho:

—Escríbala vuestra merced dos ó tres veces ahí en el libro, y démele, que yo le llevaré bien guardado, porque pensar que yo la he de tomar en la memoria, es disparate, que la tengo tan mala que muchas veces se me olvida cómo me llamo: pero con todo eso, dígamela que me holgaré mucho de oillaque debe de ir como de molde.

—Escucha, que así dice, dijo don Quijote :CARTA DE DON QUIJOTE Á DULCINEA DEL TOBOSO

«Soberana y alta señora :

»>El ferido de punta de ausencia, y el llagado de »>las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del To»boso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fer»mosura me desprecia, si tu valor no es en mi pró, »si tus desdenes son en mi afincamiento, ma-