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por mi cuenta que no me está bien que mi amo sea arzobispo, porque yo soy inútil para la iglesia, pues soy casado, y andarme ahora á traer dispensaciones para poder tener renta por la iglesia, teniendo como tengo mujer é hijos, sería nunca acabar: así que, señor, todo el toque está en que mi amo se case luego con esta señora, que hasta ahora no sé su gracia, y así no la llamo por su nombre.

—Llámase, respondió el cura, la princesa Micomicona, porque llamándose su reino Micomicón, claro está que ella se ha de llamar así.

—No hay duda en eso, respondió Sancho, que yo he visto á muchos tomar el apellido y alcurnia del lugar donde nacieron, llamándose Pedro de Alcalá, Juan de Ubeda y Diego de Valladolid, y esto mismo se debe de usar allá en Guinea, tomar las reinas los nombres de sus reinos.

—Así debe de ser, dijo el eura, y en lo del casarse vuestro amo, yo haré en ello todos mis poderíos; con lo que quedó tan contento Sancho, cuanto el cura admirado de su simplicidad, y de ver cuán encajados tenía en la fantasía los mismos disparates que su amo, pues sin alguna duda se daba entender que había de venir á ser emperador.

Ya en esto se había puesto Dorotea sobre la mula del cura, y el barbero se había acomodado al rostro la barba de la cola de buey, y dijeron á Sancho que los guiase á donde don Quijote estaba, al cual advirtieron que no dijese que conocía al licenciado ni al barbero, porque en no conocerlos consistía todo el toque de venir á ser emperador su amo, puesto que ni el cura ni Cardenio DON QUIJOTE .—23 TOMO I VOL . 315