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deros de los caballeros andantes estamos sujetos á mucha hambre y á mala ventura, y aun á otras muchas cosas que se sienten mejor que se dicen.

Andrés asió de su pan y queso, y viendo que nadie le daba otra cosa, abajó su cabeza, y tomó el camino en las manos como suele decirse. Bien es verdad que al partirse dijo á don Quijote :

—Por amor de Dios, señor caballero andante, que si otra vez me encontrare, aunque vea que me hacen pedazos, no me socorra ni ayude, sino déjeme con mi desgracia, que no será tanta que no sea mayor la que me vendrá de su ayuda de vuestra merced, á quien Dios maldiga y á todos cuantos caballeros andantes han nacido en el mundo.

Ibase á levantar don Quijote para castigalle; mas él se puso á correr de modo que ninguno atrevió á seguillo. Quedó corridísimo don Quijote del cuento de Andrés, y fué menester que los demás tuviesen mucha cuenta con no reirse, por no acaballe de correr del todo.