nerle delante la limpieza de la virtud y la belleza que encierra en sí la buena fama. Es asimismo la buena mujer como espejo de cristal luciente y claro; pero está sujeto á empañarse y escurecerse con cualquiera aliento que le toque. Hase de usar con la honesta mujer el estilo que con las reliquias, adorarlas y no tocarlas. Hase de guardar y estimar la mujer buena, como se guarda y estima un hermoso jardín que está lleno de flores y rosas, cuyo dueño no consiente que nadie le posea ni manosee; basta que desde lejos y por entre las verjas de hierro gocen de su fragancia y hermosura. Finalmente quiero decirte unos versos que se me han venido á la memoria, que los oí en una comedia moderna, que me parece que hacen al propósito de lo que vamos tratando. Aconsejaba un prudente viejo á otro, padre de una doncella, que la recogiese, guardase y encerrase; y entre otras razones le dijo estas:
Es de vidrio la mujer; pero no se ha de probar si se puede ó no quebrar, porque todo podría ser.
Y es más fácil el quebrarsey no es cordura ponerse en peligro de romperse lo que no puede soldarse.
Y en esta opinión estén todos, y en razón la fundo, que si hay Danaes en el mundo, hay pluvias de oro también.
Cuanto hasta aquí te he dicho, oh Anselmo, ha sido por lo que á ti te toca; y ahora es bien que