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la vanidad de las hermosas, que la misma vanidad puesta en las lenguas de la adulación. En efeto, él con toda diligencia minó la roca de su entereza con tales pertrechos, que aunque Camila fuera toda de bronce, viniera al suelo. Lloró, rogó, aduló, porfió y fingió Lotario con tantos sentimientos, con muestras de tantas veras, que dió al través con el recato de Camila, y vino á triunfar de lo que menos se pensaba y más deseaba. Rindióse Camila, Camila se rindió; ¿pero qué mucho si la amistad de Lotario no quedó en pie? Ejemplo claro que nos muestra que solo se vence la pasión amorosa con huílla, y que nadie se ha de poner á brazos con tan poderoso enemigo, porque es menester fuerzas divinas para vencer las suyas humanas. Sólo supo Leonela la flaqueza de su señora, porque no se la pudieron encubrir los dos malos amigos y nuevos amantes. No quiso Lotario decir á Camila la pretensión de Anselmo, ni que él le había dado lugar para llegar á aquel punto, porque no tuviese en menos su amor, y pensase que así acaso, y sin pensar y no de propósito, la había solicitado. Volvió de allí á pocos días Anselmo á su casa, y no echó de ver lo que faltaba en ella; que era lo que en menos tenía y más estimaba. Fuese luego á ver á Lotario, y hallóle en su casa; abrazáronse los dos, y el uno preguntó por las nuevas de su vida ó de su muerte.

—Las nuevas que te podré dar, oh amigo Anselmo, dijo Lotario, son de que tienes una mujer que dignamente puede ser ejemplo y corona de todas las mujeres buenas. Las palabras que le he dicho se las ha llevado el aire, los ofrecimientos se han tenido en poco, las dádivas no se han admitido, de algunas lágrimas fingidas mías se ha