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CAPITULO V Donde se prosigue la narración de la desgracia de nuestro caballero.

Viendo pues que en efeto no podía menearse, acordó de acogerse á su ordinario remedio, que era pensar en algún paso de sus libros, y trújole su locurá á la memoria aquel de Baldovinos y del marqués de Mantua cuando Carloto le dejó herido en la montiña: historia sabida de los niños, no ignorada de los mozos, celebrada y aun creída de los viejos, y con todo esto no más verdadera que los milagros de Mahoma. Esta pues le pareció á él que le venía de molde para el paso en que se hallaba; y así con muestras de grande sentimiento se comenzó á volcar por la tierra, y á decir con debilitado aliento lo mismo que dicen decía el herido caballero del Bosque :

¿Dónde estás, señora mía, que no te duele mi mal?

O no lo sabes, señora, ó eres falsa y desleal.

Y desta manera fué prosiguiendo el romance hasta aquellos versos que dicen:

Oh noble marqués de Mantua mi tío y señor carnal.

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