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CAPÍTULO VII.


CAPÍTULO VII.


De la segunda salida de nuestro buen caballero Don Quijote de la Mancha.


E

STANDO en esto, comenzó á dar voces Don Quijote, diciendo: Aquí, aquí, valerosos caballeros, aquí es menester mostrar la fuerza de vuestros valerosos brazos, que los cortesanos llevan lo mejor del torneo. Por acudir á este ruido y estruendo, no se pasó adelante con el escrutinio de los demas libros que quedaban; y así se cree que fueron al fuego sin ser vistos ni oidos, La Carolea y Leon de España, con los Hechos del Emperador, compuestos por D. Luis de Avila [1], que sin duda debian de estar entre los que quedaban, y quizá si el cura los viera, no pasaran por tan rigurosa sentencia. Cuando llegaron á Don Quijote, ya él estaba levantado de la cama, y proseguia en sus voces y en sus desatinos, dando cuchilladas y reveses á todas partes, estando tan despierto como si nunca hubiera dormido. Abrazáronse con él, y por fuerza le volvieron al lecho; y despues que hubo sosegado un poco, volviéndose á hablar con el cura, le dijo:—Por cierto, señor arzobispo Turpin, que es gran mengua de los que nos llamamos doce Pares, dejar tan sin mas ni mas llevar la vitoria deste torneo á los caballeros cortesanos, habiendo nosotros los aventureros ganado el prez en los tres dias antecedentes.—Calle vuestra merced, señor compadre, dijo el cura: que Dios será servido que la suerte se mude, y que lo que hoy se pierde se gane mañana; y atien-

TOMO I.
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  1. Así dicen las ediciones originales y todas las demas; pero esta es una errata de Imprenta, ó un descuido del autor, que desdice de su buen juicio. Del escrutinio de los libros de caballerías, pasó el cura, como se ha visto, al de los de poesía, y estos son los últimos poemas que censura; por lo cual el de los Hechos del Emperador no puede ser de D. Luis de Avila por tres razones. Primera: porque este solo escribió un hecho no mas, que fué el de la Guerra de Alemania, ó paso del Elba. Segunda: porque no le escribió en verso, sino en prosa. Tercera: porque esta es una de las mejores historias que hay en castellano, así por su fidelidad, como por su elegancia: y si el cura, ó Cervantes, que es lo mismo, la hubiera arrojado al fuego en caso de duda, hubiera desacreditado su gran juicio, y hecho conocido agravio al historiador.