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CAPÍTULO XII.
soluto; y en verdad que todo lo merecia, que era muy buen compañero, y caritativo, y amigo de los buenos, y tenia una cara como una bendicion: despues se vino á entender que el haberse mudado de trage no habia sido por otra cosa, que por andarse por estos despoblados en pos de aquella pastora Marcela, que nuestro zagal nombró denantes, de la cual se habia enamorado el pobre difunto de Grisóstomo. Y quiéroos decir ahora (porque es bien que lo sepais) quién es esta rapaza, quizá y aun sin quizá no habréis oido semejante cosa en todos los dias de vuestra vida, aunque vivais mas años que Sarna.—Decid Sarra, replicó Don Quijote, no pudiendo sufrir el trocar de los vocablos del cabrero.—Harto vive la sarna, respondió Pedro; y si es, señor, que me habeis de andar zaheriendo á cada paso los vocablos, no acabarémos en un año.—Perdonad, amigo, dijo Don Quijote, que por haber tanta diferencia de sarna á Sarra, os lo dije; pero vos respondistes muy bien, porque vive mas sarna que Sarra: y proseguid vuestra historia, que no os replicaré mas en nada.—Digo, pues, señor mio de mi alma, dijo el cabrero, que en nuestra aldea hubo un labrador, aun mas rico que el padre de Grisóstomo, el cual se llamaba Guillermo, y al cual dió Dios, amen de las muchas y grandes riquezas, una hija de cuyo parto murió su madre, que fué la mas honrada muger que hubo en todos estos contornos: no parece sino que ahora la veo con aquella cara, que del un cabo tenia el sol, y del otro la luna, y sobre todo hacendosa y amiga de los pobres, por lo que creo que debe de estar su ánima á la hora de hora, gozando de Dios en el otro mundo. De pesar de la muerte de tan buena muger, murió su marido Guillermo, dejando á su hija Marcela muchacha y rica en poder de un tio suyo sacerdote y beneficiado en nuestro lugar: creció la niña con tanta belleza, que nos hacia acordar de la de su madre, que la tuvo muy grande, y con todo esto se juzgaba que le habia de pasar la de la hija: y así fué, que cuando llegó á edad de catorce á quince años, nadie la miraba, que no bendecia á Dios que tan hermosa la habia criado, y los mas quedaban enamorados y perdidos por ella. Guardábala su tio con mucho recato y con mucho encerramiento; pero con todo esto la fama de su mucha hermosura se estendió de manera, que así por ella como por sus muchas riquezas, no solamente de los de nuestro pueblo, sino de los de muchas leguas á la redonda, y de los mejores dellos, era rogado, solicitado é importunado su tio se la diese por muger; mas él, que á las derechas es buen cristiano, aunque quisiera casarla luego así como la via de edad, no