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DON QUIJOTE.

tó, contando la estrañeza y hermosura de una pastora llamada Marcela, y los amores de muchos que la requestaban, con la muerte de aquel Grisóstomo á cuyo entierro iban: finalmente, él contó todo lo que Pedro á Don Quijote habia contado.

Cesó esta plática, y comenzóse otra, preguntando el que se llamaba Vivaldo á Don Quijote:—¿Qué era la ocasion que le movia á andar armado de aquella manera por tierra tan pacífica?=A lo cual respondió Don Quijote:—La profesion de mi ejercicio no consiente ni permite que yo ande de otra manera: el buen paso, el regalo y el reposo, allá se inventó para los blandos cortesanos; mas el trabajo, la inquietud y las armas, solo se inventaron é hicieron para aquellos que el mundo llama caballeros andantes, de los cuales yo, aunque indigno, soy el menor de todos.=Apenas le oyeron esto, cuando todos le tuvieron por loco, y por averiguarlo mas y ver que género de locura era el suyo, le tornó á preguntar Vivaldo, que ¿qué queria decir caballeros andantes?—¿No han vuestras mercedes leido, respondió Don Quijote, los anales é historias de Ingalaterra, donde se tratan las famosas fazañas del rey Arturo, que continuamente[1] en nuestro romance castellano llamamos el rey Artus, de quien es tradicion antigua y comun en todo aquel reino de la Gran Bretaña, que este rey no murió, sino que por arte de encantamento se convirtió en cuervo, y que andando los tiempos ha de volver á reinar, y á cobrar su reino y cetro: á cuya causa no se probará que desde aquel tiempo á este haya ningun ingles muerto cuervo alguno? Pues en tiempo de este buen rey fué instituida aquella famosa órden de caballería de los caballeros de la Tabla Redonda, y pasaron sin faltar un punto los amores que allí se cuentan de Don Lanzarote del Lago con la reina Ginebra, siendo medianera dellos y sabidora aquella tan honrada dueña Quintañona, de donde nació aquel tan sabido romance, y tan decantado en nuestra España de:

Nunca fuera caballero
De damas tan bien servido,
Como fuera Lanzarote,
Cuando de Bretaña vino,

con aquel progreso tan dulce y tan suave de sus amorosos y fuertes fechos. Pues desde entonces de mano en mano fué aquella ór-
  1. Así en las ediciones primeras; pero Cervantes acaso escribiria comunmente, no solo por ser espresion mas comun, sino mas verdadera, pues al rey Artus no estamos llamando Arturo continuamente en castellano.