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DON QUIJOTE.
de la virtud de aquel precioso bálsamo que él se imaginaba, y así se bebió de lo que no pudo caber en la alcuza, y quedaba en la olla donde se habia cocido casi media azumbre, y apenas lo acabó de beber, cuando comenzó á vomitar de manera que no le quedó cosa en el estómago, y con las ansias y agitacion del vómito le dió un sudor copiosísimo, por lo cual mandó que le arropasen y le dejasen solo. Hiciéronlo así, y quedóse dormido mas de tres horas, al cabo de las cuales despertó, y se sintió aliviadísimo del cuerpo, y en tal manera mejor de su quebrantamiento, que se tuvo por sano, y verdaderamente creyó que habia acertado con el bálsamo de Fierabras, y que con aquel remedio podia acometer desde allí adelante sin temor alguno cualesquiera riñas, batallas y pendencias por peligrosas que fuesen. Sancho Panza, que tambien tuvo á milagro la mejoría de su amo, le rogó que le diese á él lo que quedaba en la olla, que no era poca cantidad. Concedióselo Don Quijote, y él tomándola á dos manos, con buena fe y mejor talante se la echó á pechos, y envasó bien poco menos que su amo. Es pues el caso, que el estómago del pobre Sancho no debia de ser tan delicado como el de su amo, y así primero que vomitase, le dieron tantas ansias y bascas con tantos trasudores y desmayos, que él pensó bien y verdaderamente que era llegada su última hora; y viéndose tan afligido y congojado, maldecia el bálsamo y al ladron que se lo habia dado. Viéndole así Don Quijote, le dijo:—Yo creo, Sancho, que todo este mal te viene de no ser armado caballero, porque tengo para mí, que este licor no debe da aprovechar á los que no lo son.—Si eso sabia vuestra merced, replicó Sancho, mal haya yo y toda mi parentela, ¿para qué consintió que lo gustase? En esto hizo su operacion el brebage, y comenzó el pobre escudero á desaguarse por entrambas canales con tanta priesa, que la estera de enea sobre quien se habia vuelto á echar, ni la manta de angeo con que se cubria, fueron mas de provecho. Sudaba y trasudaba con tales parasismos y accidentes, que no solamente él, sino todos pensaron que se le acababa la vida. Duróle esta borrasca y mala andanza casi dos horas, al cabo de las cuales no quedó como su amo, sino tan molido y quebrantado, que no se podia tener; pero Don Quijote que, como se ha dicho, se sintió aliviado y sano, quiso partirse luego á buscar aventuras, pareciéndole que todo el tiempo que allí se tardaba, era quitársele al mundo, y á los en él menesterosos de su favor y amparo, y mas con la seguridad y confianza que llevaba en su bálsamo; y así forzado de este deseo él