son infinitos, jamas he hallado que ningun escudero hablase tanto con su señor, como tú con el tuyo, y en verdad que lo tengo á gran falta tuya y mia: tuya, en que me estimas en poco: mia, en que no me dejo estimar en mas: si que Gandalin, escudero de Amadis de Gaula, conde fué de la ínsula firme, y se lee dél, que siempre hablaba á su señor con la gorra en la mano, inclinada la cabeza y doblado el cuerpo more turquesco. ¿Pues qué diremos de Gasabal, escudero de Don Galaor, que fué tan callado, que para declararnos la escelencia de su maravilloso silencio, sola una vez se nombra su nombre en toda aquella tan grande como verdadera historia? De todo lo que he dicho, has de inferir, Sancho, que es menester hacer diferencia de amo á mozo, de señor á criado y de caballero á escudero: así que desde hoy en adelante nos hemos de tratar con mas respeto, sin darnos cordelejo, porque de cualquiera manera que yo me enoje con vos, ha de ser mal para el cántaro: las mercedes y beneficios que yo os he prometido, llegarán á su tiempo; y si no llegaren, el salario á lo menos no se ha de perder, como ya os he dicho.—Está bien cuanto vuestra merced dice, dijo Sancho; pero querria yo saber (por si acaso no llegase el tiempo de las mercedes, y fuese necesario acudir al de los salarios) cuánto ganaba un escudero de un caballero andante en aquellos tiempos, y si se concertaban por meses ó por dias, como peones de albañir.—No creo yo, respondió Don Quijote, que jamas los tales escuderos estuvieron á salario, sino á merced; y si yo ahora te le he señalado á tí en el testamento cerrado que dejé en mi casa, fué por lo que podria suceder, que aun no sé como prueba en estos tan calamitosos tiempos nuestros la caballería, y no queria que por pocas cosas penase mi ánima en el otro mundo: porque quiero que sepas, Sancho, que en él no hay estado mas peligroso que el de los aventureros.—Así es verdad, dijo Sancho, pues solo el ruido de los mazos de un batan pudo alborotar y desasosegar el corazon de un tan valeroso andante aventurero como es vuestra merced; mas bien puede estar seguro, que de aquí adelante no despliegue mis labios para hacer donaire de las cosas de vuestra merced, si no fuere para honrarle como á mi amo y señor natural.—Desa manera, replicó Don Quijote, vivirás sobre la haz de la tierra, porque despues de á los padres, á los amos se ha de respetar como si lo fuesen.