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CAPÍTULO XXI.
el rey, mi suegro que hubiere de ser: y cuando no, la infanta me ha de querer de manera, que á pesar de su padre, aunque claramente sepa que soy hijo de un azacan, me ha de admitir por señor y por esposo; y si no, aquí entra el roballa, y llevarla donde mas gusto me diere, que el tiempo ó la muerte ha de acabar el enojo de sus padres.—Ahí entra bien tambien, dijo Sancho, lo que algunos desalmados dicen: No pidas de grado lo que puedes tomar por fuerza; aunque mejor cuadra decir: Mas vale salto de mata que ruego de hombres buenos: dígolo porque si el señor rey suegro de vuestra merced no se quisiere domeñar á entregarle á mi señora la infanta, no hay sino como vuestra merced dice, roballa y trasponella; pero está el daño, que en tanto que se hagan las paces y se goce pacíficamente del reino, el pobre escudero se podrá estar á diente en esto de las mercedes: si ya no es que la doncella tercera que ha de ser su muger, se sale con la infanta, y él pasa con ella su mala ventura hasta que el cielo ordene otra cosa; porque bien podrá, creo yo, desde luego dársela su señor por legítima esposa.—Eso no hay quien lo quite, dijo Don Quijote.—Pues como eso sea, respondió Sancho, no hay sino encomendarnos á Dios, y dejar correr la suerte por donde mejor lo encaminare.—Hágalo Dios, respondió Don Quijote, como yo deseo, y tú, Sancho, has menester, y ruin sea quien por ruin se tiene.—Sea por Dios, dijo Sancho, que yo cristiano viejo soy, y para ser conde esto me basta.—Y aun te sobra, dijo Don Quijote; y cuando no lo fueras, no hacia nada al caso, porque siendo yo el rey, bien te puedo dar nobleza sin que la compres ni me sirvas con nada, porque en haciéndote conde, cátate ahí caballero, y digan lo que dijeren, que á buena fe que te han de llamar señoría mal que les pese.—Y montas, que no sabria yo autorizar el litado, dijo Sancho.—Dictado has de decir, que no litado, dijo su amo.—Sea así, respondió Sancho Panza: digo que le sabria bien acomodar, porque por vida mia que un tiempo fuí muñidor de una cofradía, y que me asentaba tan bien la ropa de muñidor, que decian todos que tenia presencia para poder ser prioste de la mesma cofradía: ¿pues qué será cuando me ponga un ropon ducal á cuestas, ó me vista de oro y de perlas á uso de conde estrangero? Para mí tengo que me han de venir á ver de cien leguas.—Bien parecerás, dijo Don Quijote; pero será menester que te rapes las barbas á menudo, que segun las tienes de espesas, aborrascadas y mal puestas, si no te las rapas á navaja cada dos dias por lo menos, á tiro de escopeta se echará de ver lo que eres.—Que