Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote del Mancha.djvu/273

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
167
CAPÍTULO XXIV.
lo veréis en el discurso del cuento de mi desventura; y para encenderle mas el deseo (que á mí me celaba, y al cielo á solas descubria), quiso la fortuna que hallase un dia un billete suyo, pidiéndome que la pidiese á su padre por esposa, tan discreto, tan honesto y tan enamorado, que en leyéndolo, me dijo, que en sola Luscinda se encerraban todas las gracias de hermosura y de entendimiento que en las demas mugeres del mundo estaban repartidas. Bien es verdad que quiero confesar ahora, que puesto que yo veia con cuán justas causas Don Fernando á Luscinda alababa, me pesaba de oir aquellas alabanzas de su boca, y comencé á temer y á recelarme dél, porque no se pasaba momento donde no quisiese que tratásemos de Luscinda, y él movia la plática, aunque la trujese por los cabellos, cosa que despertaba en mí un no sé qué de zelos, no porque yo temiese reves alguno de la bondad y de la fe de Luscinda; pero con todo eso me hacia temer mi suerte lo mesmo que ella me aseguraba. Procuraba siempre Don Fernando leer los papeles que yo á Luscinda enviaba y los que ella me respondia, á título que de la discrecion de los dos gustaba mucho. Acaeció, pues, que habiéndome pedido Luscinda un libro de caballerías en que leer, de quien era ella muy aficionada, que era el de Amadis de Gaula...: No hubo bien oido Don Quijote nombrar libro de caballerías, cuando dijo: Conque me dijera vuestra merced al principio de su historia, que su merced de la señora Luscinda era aficionada á libros da caballerías, no fuera menester otra ecsageracion para darme á entender la alteza de su entendimiento, porque no le tuviera tan bueno como vos, señor, le habeis pintado, si careciera del gusto de tan sabrosa leyenda: así que para conmigo no es menester gastar mas palabras en declararme su hermosura, valor y entendimiento, que con solo haber entendido su aficion, la confirmo por la mas hermosa y mas discreta muger del mundo, y quisiera yo, señor, que vuestra merced le hubiera enviado junto con Amadis de Gaula al bueno de Don Rugel de Grecia, que yo sé que gustará la señora Luscinda mucho de Darayda y Garaya, y de las discreciones del pastor Darinel, y de aquellos admirables versos de sus bucólicas, cantadas y representadas por él con todo donaire, discrecion y desenvoltura. Pero tiempo podrá venir en que se enmiende esa falta, y no dura mas en hacerse la enmienda, de cuanto quiera vuestra merced ser servido de venirse conmigo á mi aldea, que allí le podré dar mas de trecientos libros, que son el regalo de mi alma y el entretenimiento de mi vida; aunque tengo para mí que