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CAPÍTULO XXV.

apartarme de estos contornos, dijo Don Quijote, y aun tendré cuidado de subirme por estos mas altos riscos, por ver si te descubro cuando vuelvas, cuanto mas, que lo mas acertado será, para que no me yerres y te pierdas, que cortes algunas retamas de las muchas que por aquí hay, y las vayas poniendo de trecho á trecho hasta salir á lo raso, las cuales te servirán de mojones y señales para que me halles cuando vuelvas, á imitacion del hilo del laberinto de Perseo[1]—Así lo haré, respondió Sancho Panza; y cortando algunas, pidió la bendicion á su señor, y no sin muchas lágrimas de entrambos se despidió dél: y subiendo sobre Rocinante, á quien Don Quijote encomendó mucho, y que mirase por él como por su propia persona, se puso en camino del llano, esparciendo de trecho á trecho los ramos de la retama como su amo se lo habia aconsejado: y así se fué, aunque todavia le importunaba Don Quijote, que le viese siquiera hacer dos locuras. Mas no hubo andado cien pasos, cuando volvió y dijo: Digo, señor, que vuestra merced ha dicho muy bien, que para que pueda jurar sin cargo de conciencia que le he visto hacer locuras, será bien que vea siquiera una, aunque bien grande la he visto en la quedada de vuestra merced.—¿No te lo decia yo? dijo Don Quijote. Espérate, Sancho, que en un credo las haré: y desnudándose con toda priesa los calzones, quedó en carnes y en pañales, y luego sin mas ni mas dió dos zapatetas en el aire, y dos tumbas la cabeza abajo y los piés en alto, descubriendo cosas que por no verlas otra vez, volvió Sancho la rienda á Rocinante, y se dió por contento y satisfecho de que podia jurar que su amo quedaba loco: y así le dejarémos ir su camino hasta la vuelta que fué breve.



  1. Segun la fábula fue Teseo y no Perseo, quien salió del laberinto con el hilo; así que, esto se debe considerar como un yerro de imprenta: el mismo Cervantes dijo en el cap. XLVIII: ponerte en un laberinto de imaginaciones, que no aciertes á salir dél, aunque tuvieses la soga de Teseo.