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CAPÍTULO XXVII.

CAPÍTULO XXVII.


De como salieron con su intencion el cura y el barbero, con otras cosas dignas de que se cuenten en esta grande historia.


N

O le pareció mal al barbero la invencion del cura, sino tan bien, que luego la pusieron por obra. Pidiéronle á la ventera una saya y unas tocas, dejándole en prendas una sotana nueva del cura. El barbero hizo una gran barba de una cola rucia ó roja de buey, donde el ventero tenia colgado el peine. Preguntóles la ventera, que para qué le pedian aquellas cosas. El cura le contó en breves razones la locura de Don Quijote, y como convenia aquel disfraz para sacarle de la montaña donde á la sazon estaba. Cayeron luego el ventero y la ventera en que el loco era su huésped el del bálsamo, y el amo del manteado escudero, y contaron al cura todo lo que con él les habia pasado, sin callar lo que tanto callaba Sancho. En resolucion, la ventera vistió al cura de modo que no habia mas que ver: púsole una saya de paño llena de fajas de terciopelo negro, de un palmo de ancho, todas acuchilladas, y unos corpiños de terciopelo verde guarnecidos con unos ribetes de raso blanco, que se debieron de hacer ellos y la saya en tiempo del rey Wamba. No consintió el cura que le tocasen, sino pusóse en la cabeza un birretillo de lienzo colchado que llevaba para dormir de noche, y ciñóse por la frente una liga de tafetan negro, y con otra liga hizo un antifaz, con que se cubrió muy bien las barbas y el rostro: encasquetóse su sombrero, que era tan grande, que le podia servir de quitasol, y cubriéndose su herreruelo, subió en su mula á mugeriegas, y el barbero en la suya, con su barba que le llegaba á la cintura, entre roja y blanca, como aquella que, como se ha dicho, era hecha de la cola de un buey barroso. Despidiéronse de todos y de la buena de Maritornes, que prometió de rezar un rosario, aunque pecadora, porque Dios les diese buen suceso en tan arduo y tan cristiano negocio como era el que habian emprendido; mas apenas hubo salido de la venta, cuando le