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DON QUIJOTE.
bando de decirme esto, se le llenaron los ojos de lágrimas, y un nudo se le atravesó en la garganta, que no le dejaba hablar palabra de otras muchas que me pareció que procuraba decirme. Quedé admirado deste nuevo accidente hasta allí jamas en ella visto, porque siempre nos hablábamos las veces que la buena fortuna y mi diligencia lo concedia con todo regocijo y contento, sin mezclar en nuestras pláticas lágrimas, suspiros, zelos, sospechas ó temores: todo era engrandecer yo mi ventura por habérmela dado el cielo por señora: ecsageraba su belleza, admirábame de su valor y entendimiento, volviame ella el recambio alabando en mí lo que como enamorada le parecia digno de alabanza. Con esto nos contábamos cien mil niñerías y acaecimientos de nuestros vecinos y conocidos, y á lo que mas se estendia mi desenvoltura, era á tomarle casi por fuerza una de sus bellas y blancas manos y llegarla á mi boca, segun daba lugar la estrecheza de una baja reja que nos dividia; pero la noche que precedió al triste dia de mi partida, ella lloró, gimió y suspiró, y se fué y me dejó lleno de confusion y sobresalto, espantado de haber visto tan nuevas y tan tristes muestras de dolor y sentimiento en Luscinda; pero por no destruir mis esperanzas, todo lo atribuí á la fuerza del amor que me tenia, y al dolor que suele causar la ausencia en los que bien se quieren. En fin, yo me partí triste y pensativo, llena el alma de imaginaciones y sospechas, sin saber lo que sospechaba ni imaginaba: claros indicios que mostraban el triste suceso y desventura que me estaba guardada. Llegué al lugar donde era enviado: dí las cartas al hermano de Don Fernando: fuí bien recebido, pero no bien despachado, porque me mandó aguardar, bien á mi disgusto, ocho dias, y en parte donde el duque su padre no me viese, porque su hermano le escribia que le enviase cierto dinero sin su sabiduría: y todo fué invencion del falso Don Fernando, pues no le faltaban á su hermano dineros para despacharme luego. Órden y mandato fué este, que me puso en condicion de no obedecerle, por parecerme imposible sustentar tantos dias la vida en el ausencia de Luscinda, y mas habiéndola dejado con la tristeza que os he contado; pero con todo esto obedecí como buen criado, aunque veia que habia de ser á costa de mi salud; pero á los cuatro dias que allí llegué, llegó un hombre en mi busca con una carta que me dió, que en el sobrescrito conocí ser de Luscinda, porque la letra dél era suya. Abríla temeroso y con sobresalto, creyendo que cosa grande debia de ser la que la habia movido á escribirme estando ausente, pues presente pocas ve-