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Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote del Mancha.djvu/363

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CAPÍTULO XXX.

llo á la fuente. . . . y no te digo mas. —Ahora bien, respondió Sancho, Dios está en el cielo, que ve las trampas, y será juez de quien hace mas mal, yo en no hablar bien, ó vuestra merced en obrallo. —No haya mas, dijo Dorotea, corred Sancho, y besad la mano á vuestro señor, y pedilde perdon, y de aquí adelante andad mas atentado en vuestras alabanzas y vituperios, y no digais mal de aquella señora Tobosa, á quien yo no conozco si no es para servilla, y tened confianza en Dios, que no os ha de faltar un estado donde vivais como un príncipe. Fué Sancho cabizbajo, y pidió la mano á su señor, y él se la dio con reposado continente, y despues que se la hubo besado, le echó la bendición; y dijo á Sancho que se adelantasen un poco, que tenia que preguntalle, y que departir con él cosas de mucha importancia. Hízolo así Sancho, y apartáronse los dos algo adelante, y díjole Don Quijote: Despues que veniste, no he tenido lugar ni espacio para preguntarte muchas cosas de particularidad acerca de la embajada que llevaste y de la respuesta que trujiste, y ahora, pues la fortuna nos ha concedido tiempo y lugar, no me niegues tú la ventura que puedes darme con tan buenas nuevas. —Pregunte vuestra merced lo que quisiere, respondió Sancho, que á todo daré tan buena salida, como tuve la entrada; pero suplico á vuestra merced, señor mio, que no sea de aquí adelante tan vengativo. —¿Por qué lo dices, Sancho? dijo Don Quijote. —Dígolo, respondió, porque estos palos de agora mas fueron por la pendencia que entre los dos trabó el diablo la otra noche, que por lo que dije contra mi señora Dulcinea, á quien amo y reverencio como á una reliquia, aunque en ella no la haya, solo por ser cosa de vuestra merced. —No tornes á esas pláticas, Sancho, por tu vida, dijo Don Quijote, que me dan pesadumbre: ya te perdoné entonces, y bien sabes tú que suele decirse: A pecado nuevo penitencia nueva.

Mientras esto pasaba, vieron venir por el camino donde ellos iban á un hombre caballero sobre un jumento, y cuando llegó cerca les pareció que era gitano; pero Sancho Panza, que do quiera que via asnos, se le iban los ojos y el alma, apenas hubo visto al hombre, cuando conoció que era Gines de Pasamente, y por el hilo del gitano sacó el ovillo de su asno, como era la verdad, pues era el rucio sobre que Pasamonte venia: el cual por no ser conocido y por vender el asno, se habia puesto en trage de gitano, cuya lengua y otras muchas sabia muy bien hablar como si fueran naturales suyas. Vióle Sancho y conocióle, y apenas le hubo visto y conocido, cuando á grandes voces le dijo: Ah ladron, Ginesillo, deja mi

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