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CAPÍTULO XXX.

carta alguna.—Así es como tú dices, dijo Don Quijote, porque el librillo de memoria, donde yo la escribí, le hallé en mi poder á cabo de dos dias de tu partida, lo cual me causó grandísima pena, por no saber lo que habias tú de hacer cuando te vieses sin carta, y creí siempre que te volvieras desde el lugar donde la echaras menos.—Así fuera, respondió Sancho, si no la hubiera yo tomado en la memoria, cuando vuestra merced me la leyó, de manera, que se la dije á un sacristan, que me la trasladó del entendimiento tan punto por punto, que dijo que en todos los dias de su vida, aunque habia leido muchas cartas de descomunion, no había visto ni leido tan linda carta como aquella. —¿Y tiénesla todavía en la memoria, Sancho? dijo Don Quijote.—No señor, respondió Sancho, porque despues que la dí, como ví que no habia de ser de mas provecho, dí en olvidalla: y si algo se me acuerda, es aquello del Sobajada, digo del Soberana Señora, y lo último: Vuestro hasta la muerte el caballero de la Triste Figura: y en medio destas dos cosas le puse mas de trecientas almas, y vidas, y ojos mios.