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Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote del Mancha.djvu/47

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DE CERVANTES.

el ánimo que yo innegablemente le atribuyo. Así que las dos mitades de la obra están ofreciendo un fenómeno sin par en literatura, y es una segunda parte, ideada á solas, que no solo se empareja, sino que sobrepuja á la primera, pues su intento fundamental es mas grandioso y fecundo; y luego la obra trasciende á todos los tiempos y paises, habla á la humanidad en su idioma universal, y por fin este es el libro que mas encumbra aquella prenda tan ascendrada y sin par de la especie humana, el tino tan escaso, la sensatez tan preciosa, que se aventaja á todo.

Ha sido mi ánimo tan solo ir esplicando históricamente el libro de Cervantes, pues ¿á qué conduce elogiarlo? ¿quién no lo ha leido? ¿quién no lo sabe de memoria? ¿quién no ha dicho con Walter-Scott, sumo celebrador de Cervantes, como su mas digno competidor, que es una de las obras mas esclarecidas del ingenio humano? ¿Hay cuento mas popular, historia mas certera para agradar á todas las edades, á todos los gustos, temples y estados? ¿No se está viendo á toda hora á Don Quijote estirado, cenceño y circunspecto, á Sancho rechoncho, cuadradillo y chancero, y á su muger y al ama, al cura, barbero al maese Nicolás, á la moza Maritórnes, al bachiller Carrasco y á tantísimos mas? ¿y á todos los personages de la historia, comprendiendo á Rocinante y el rucio, otra pareja de amigos inseparables? ¿cabe olvidar cómo se ha ideado y desempeñado este libro? ¿cabe no estar palpando con asombro la unidad perfectísima del plan y la variedad portentosa de sus pormenores?—¿Aquella fantasía tan rebosante y tan pródiga que está saciando mas y mas el afan de todo leyente?—¿Aquella maestría sobrehumana con que se van siguiendo y enlazando los episodios, enardecidos con un interes siempre variado y siempre pujante, y de que se prescinde sin embargo para apersonarse mas regaladamente y á solas con los dos héroes?—¿Su consonancia y su contraposicion al mismo tiempo, las sentencias del amo, los chistes del escudero, un señorío nunca empalagoso, una jovialidad nunca chocarrera, una hermandad naturalísima entre la chanzoneta y la sublimidad, la carcajada y el embeleso, entre el pasatiempo y la moralidad? ¿Cabe por fin el no estar percibiendo el hechizo de aquel precioso lenguage, tan fluido y armonioso, señoreándolo todo con sus entonaciones y matices; de aquel estilo donde se cifran todos desde el cómico mas llano hasta la elocuencia mas grandiosa, y que ha hecho decir que el libro “está divinamente escrito en una lengua divina?”

Pero ¡ay! que este último regalo está vinculado en los que logran la dicha de leerlo en su original. Voló aquel tiempo en que se hablaba el castellano en Paris, en Bruselas, Munich, Viena, Milan y Nápoles, cuando era el idioma de las cortes, de la política y de los estrados; lo ha desbancado el frances. Se hace obvio, en desquite, á cada cual el figurarse que está leyendo el Quijote lográndolo trasladado á su propia lengua, puesto que si es el libro mas leido, es tambien el mas traducido de cuantos se conocen. Lo está en holandés, en sueco, en dinamarqués y en ruso. Sumos escritores, como Tieck y Soltau, se han dedicado á prohijar en Alemania el parto de Cervantes. Se le cuentan diez traductores en Inglaterra; Shelton, Gayton, Ward, Jarvis, Smollett, Ozell, Motteux, Wilmont, Durfey, J. Philips, ademas de un comentador inteligente, como el doctor Juan Bowle; y quizás otros tantos en Italia desde Franciosini hasta el anónimo de 1815, para el cual dibujó Novelli sus grabados. Mayor es todavia el número en Francia, si se juntan todas las versiones que han salido desde los primeros bosquejos de César Oudin y de Rosset, contemporáneos de la obra, hasta las tres traducciones publicadas en el siglo presente. El número de ediciones, de la sola traduccion de Filleau de San Martin, publicadas en Francia, ascendia ya ¿se podrá creer? á cincuenta y una, y luego ha salido la cincuenta y dos. Esta aceptacion sin igual está esclarecidamente demostrando los sumos quilates de mérito de la obra original y la curiosidad mas y mas ahincada que sigue escitando de generacion en generacion. Se requiere con efecto que atesore el Quijote un empuje vivífico ó mas bien que lleve consigo el sello de la inmortalidad, para retoñar así tan gloriosamente sobre los cercenes violentos de sus traductores. No cabia que alcanzasen todos la maestría y trascendencia de un libro que hasta logró burlar á los buscones del santo oficio. De allí proceden aquellas hablas preñadas, aquellas alusiones agudísimas, aquellas ironías primorosas, velos discretos que iba tendiendo Cervantes para encubrir á la vista de la Inquisicion pensamientos harto arrojados y recónditos para presentarlos sin rebozo. Habia, hace ya doscientos años, que leer el Quijote como el epitafio del licenciado Pedro García, y hacer como el estudiante del prólogo del Gil Blas, volcar la losa para saber cuál era el alma enterrada. Particularmente ahora que ya se nos trasponen las alusiones contemporáneas, queda el sentido mas recóndito. Se muestran las palabras; pero los conceptos se encubren. Se requiere una clave, y esta no se logra sino en los comentarios de Bowle, de Pellicer, de la Academia española, de Fernandez Navarre-