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DON QUIJOTE.

os daré á vosotros á cada uno lo que le tocare, sin esceder en cosa alguna, y con la otra me quedaré yo, para vivir y sustentarme los dias que el cielo fuere servido de darme de vida; pero querria, que despues que cada uno tuviese en su poder la parte que le toca de su hacienda, siguiese uno de los caminos que le diré. Hay un refran en nuestra España, á mi parecer muy verdadero, como todos lo son, por ser sentencias breves sacadas de luenga y discreta esperiencia, y el que yo digo, dice: Iglesia ó mar, ó casa real, como si mas claramente dijera: quien quisiere valer y ser rico, siga, ó la iglesia, ó navegue ejercitando el arte de la mercancía, ó entre á servir á los reyes en sus casas, porque dicen: mas vale migaja de rey, que merced de Señor. Digo esto, porque querria y es mi voluntad, que uno de vosotros siguiese las letras, el otro la mercancía, y el otro sirviese al rey en la guerra, pues es dificultoso entrar á servirle en su casa, que ya que la guerra no dé muchas riquezas, suele dar mucho valor y mucha fama. Dentro de ocho dias os daré toda vuestra parte en dineros, sin defraudaros en un ardite como lo veréis por la obra. Decidme ahora, si quereis seguir mi parecer y consejo en lo que os he propuesto: y mandándome á mí por ser el mayor, que respondiese, despues de haberle dicho, que no se deshiciese de la hacienda, sino que gastase todo lo que fuese su voluntad, que nosotros éramos mozos para saber ganarla, vine á concluir en que cumpliria su gusto, y que el mio era seguir el ejercicio de las armas, sirviendo en él á Dios y á mi rey. El segundo hermano hizo los mesmos ofrecimientos, y escogió el irse á las Indias, llevando empleada la hacienda que le cupiese. El menor y, á lo que yo creo, el mas discreto, dijo que queria seguir la Iglesia, ó irse á acabar sus comenzados estudios á Salamanca. Así como acabamos de concordamos y escoger nuestros ejercicios, mi padre nos abrasó á todos, y con la brevedad que dijo, puso por obra cuanto nos habia prometido, y dando á cada uno su parte, que á lo que se me acuerda, fueron cada tres mil ducados en dineros, porque un nuestro tio compró toda la hacienda y la pagó de contado, porque no saliese del tronco de la casa; en un mesmo dia nos despedimos todos tres de nuestro buen padre, y en aquel mesmo, pareciéndome á mí ser inhumanidad, que mi padre quedase viejo y con tan poca hacienda, hice con él, que de mis tres mil tomase los dos mil ducados, porque á mi me bastaba el resto, para acomodarme de lo que habia menester un soldado. Mis dos hermanos movidos de mi ejemplo, cada uno le dió mil ducados, de modo que á